viernes, 21 de mayo de 2010

Cada uno a lo suyo


Leticia Álvarez-Sala Villazón

Hoy he vuelto a pasar por la misma calle de siempre, la Avenida Jesús Galíndez, (Txurdinaga, Bilbao). Yo iba tan feliz hacia el metro con mi maleta y para variar, me he encontrado con que los coches de esa calle tienen conductores que faltaron a las famosas sesiones de Barrio Sésamo y no saben lo que es dentro y fuera de la acera. La calle es lo suficiente ancha como para dejar un coche y que se pueda pasar tranquilamente, de modo que, ya que piensan dejarlo en la calle de todas formas, al menos que lo hagan en fila, pero no, lo más fácil es plantarlo al lado, también en el puto medio.
Soy de esas personas que piensan que necesitan llevarse media habitación para un fin de semana y es culpa mía que la maleta pese una tonelada, pero no por eso tengo que ir sorteando vehículos a lo largo de la calle, ni rodearlos para subir los peldaños de la acera cuando hay una estupenda rampa por detrás de ellos. Después de pasar esos dos coches aparcados en la calle, pasé por delante de un taller, un taller que, como tantos otros, tiene la fea costumbre de adueñarse de toda la avenida. Cuando no tienen espacio aceptan los trabajos igual y dejan los coches ocupando sitios o sencillamente mal aparcados. Por culpa de esta práctica, un conocido se encontró no hace mucho con una sorpresa, una multa por tener el coche mal aparcado frente a la estación de San Mamés, vió la foto y se dió cuenta de que su coche estaba ahí porque en el taller le dijeron que lo dejara un momento fuera y que ellos lo metían dentro en un segundo. Son pequeñas cosas que hacen más fácil la vida de algunos, pero a costa de la tranquilidad y la comodidad de los demás.

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