miércoles, 3 de marzo de 2010

La maravillosa historia del palacio Basazabal

Aitor Arambarri Alberdi

Había una vez una vieja casa-torre de nombre “Basazabal”
que llevaba décadas abandonada. Este edificio lo situamos en pleno casco viejo de la villa gipuzkoana de Azpeitia. A mediados de los 80, la Diputación, dueña y señora de la hermosa casona, tuvo la maravillosa idea de transformar el torreón en un centro cultural, algo de lo que carecía por aquel entonces la muy noble y leal villa azpeitiarra. Para ello, ni cortos ni perezosos, los chicos de la “Dipu” y sus amigos del Ayuntamiento tiraron de talonario y la factura de la restauración terminó superando ampliamente los 50 millones. Todo sea por la cultura. Pero tan contentos estaban con la obra que la idea del centro cultural les debió de parecer ya algo secundario, y el histórico edificio volvió a sumirse en el olvido.
Y así quedó la cosa, hasta que 15 años más tarde, ya en 1999, algún avispado técnico del Ayuntamiento se fijó, de pasada, en que aquel edificio estaba muerto de risa y era necesario darle alguna utilidad. Tirando de hemeroteca, retomaron el maravilloso proyecto del centro de cultura y los obreros volvieron a profanar los antiguos muros del histórico palacio; los millones provenientes del erario público volvían a fluir, y el torreón volvía a la vida… Hasta que, terminada la obra, los chicos del Ayuntamiento decidieron que no, que aquel edificio no iba a ser suficiente para dar cabida a todas las inquietudes culturales de los muy cultos y culturizados ciudadanos azpeitiarras, y decidieron que una faraónica obra en plan “Guggenheim II” daría mejor respuesta a las necesidades de la villa. El barrio de Soreasu es aún hoy testigo de las monumentales obras de lo que, esperemos, será el futuro centro cultural de Azpeitia.

¿Y que hay del palacete de Basazabal? Pues nada, en el año 2007 el Ayuntamiento decidió que un hotel y una cafetería en las entrañas del edificio ayudarían a revitalizar el casco viejo, y ni cortos ni perezosos adquirieron el palacio a la Diputación a cambio de 229.000 euros de nada. Creo que el preguntarnos quién tasó un palacio del siglo XIV en tan irrisorio precio sería digno de otro post. Pero bueno, volviendo al tema, tal éxtasis les debió de producir la compra del edificio a los muchachos del Ayuntamiento, que volvieron olvidar dar cualquier tipo de utilidad al palacio; el cambio de partido en las elecciones del 2007 hizo el resto.
Y así, a quién se le ocurra acercarse por Azpeitia hoy, en pleno 2010, podrá admirar , entre otras cosas, el que es uno de los edificios más antiguos de la histórica villa gipuzkoana. Y, si el visitante es un poco despierto y un sutil observador, también percibirá que en el edifico no hay rastro ni de centros culturales, ni de cafeterías, ni de hoteles. Y parece que así seguirá.

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