Me da la ligera impresión que tras la irrupción de la nube volcánica en los cielos de media Europa varios empresarios del sector aeronáutico se están llevando las manos a la cabeza. Precisamente varias compañías aéreas decidirán a partir de mañana martes si sus aviones vuelven a surcar los cielos ante la limitación de la prohibición por la UE. Más que una queja, esta semana me planteé plantear una preocupación. Varios cientos de aviones se han visto obligados a quedarse en tierra ante la posibilidad de que sus reactores dejasen de funcionar en pleno vuelo. Ryanair, Easy Jet, Air Lingus se autodefinen como compañías low-cost que por un módico precio podemos viajar a ciudades concurridas y turísticas. Su política empresarial se basa en la explotación de manera eficiente de los recursos que dota a su compañía. Auto Check-in, personal de vuelo y en tierra imprescindible, espacio reducido en sus Boeing 737, facturación de maletas costeadas, etc. La otra cara de la moneda es que sus aviones llegan a realizar hasta diez operaciones al día, no pagan las cuotas en la Seguridad Social a muchos de sus trabajadores o se encuentran en el punto de mira en materia de seguridad. Precisamente por esto último me agrado de que muchos de sus aeronaves hayan logrado su periodo vacacional, aunque haya sido por obligado cumplimiento. Menos mal que el Colegio de Pilotos ya ha tomado cartas en el asunto y ha decidido emprender acciones legales contra Ryanair. Al menos la nube de ceniza vuela los cielos europeos cumpliendo la normativa en seguridad aérea.
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