Cuando hago el recorrido en el 23-21 para ir o venir de la UPV, no puedo evitar fijarme en la cantidad de “graffittis”, la mayoría muy parecidos, que algunos chicos/as, y otros no tan chicos, van dejando por las calles de Bilbao.
No llego a entender qué tienen de especial esas pintadas; ni son graciosas, ni dicen nada, ni son agradables a la vista. ¿Qué gracia puede tener dejar un nombre, que seguramente no es el tuyo escrito con spray en una pared?, ¿porqué tengo que llegar a casa y toparme con “negro 09” escrito en rojo en la entrada? ¿acaso pinto yo mis iniciales en tu cara?
Las persianas de los locales son el imán perfecto para que los jóvenes grafiteros puedan sentirse artistas y los dueños de los negocios se resignan a que su entrada parezca un picasso poco aseado. Yo entiendo que no es culpa del dueño ni debería tener que limpiarlo o pagar su limpieza, además pensarán que si lo quitan vendrá otro detrás a dejar su firma, pero no creo que la mejor solución sea que empresarios y ayuntamiento se limiten a obrservar las pintadas como si se tratara de decoración gratuita.
Ya sé que hay pintadas de todo tipo en todas las ciudades y que en muchas de ellas se toman medidas para evitarlo, pero después de ver el estado de algunas paredes he llegado a la conclusión de que no son suficientes.
Un ejemplo de medida contra las pintadas en elementos del mobiliario urbano es la tomada por el Ayuntamiento de Gijón, que contrató a un famoso grafitero para que decorara determinadas partes y elementos de la ciudad a las que los sprays suelen tenerle muchas ganas. Se trata de la iniciativa llamada “Arte en la calle”, la foto de arriba es un ejemplo. Quizá no sea algo definitivo pero es un intento, además lleva ya un tiempo en marcha y puedo decir que es agradable ver pinturas con motivos florales, con animales, etc. que alegran las calles y no nombres ilegibles, mal escritos y que dan el aspecto de una ciudad sucia.
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