NATXO UGARTE BARAKALDO
No figuran en los libros, sus nombres son más difíciles de pronunciar y no copan las portadas de los periódicos ni acuden a las televisiones contando sus aventuras. Son eslabones olvidados de la historia del montañismo y poco se conoce de ellos, sin embargo, esa historia no habría podido escribirse sin ellos: los sherpas.
La palabra sherpa es un gentilicio que signfica 'hombre del Este'. No obstante, su utilización se ha relacionado siempre con un fin casi despectivo que hace referencia a la profesión de guía y porteador del hombre blanco. Los sherpas son pobladores del Himalaya, y como tales, son conocedores de la geografía del lugar y están adecuados al extremo clima que allí se da. Pero eso es todo. Andan, respiran, sufren y mueren igual que nosotros. Sin embargo, por lo común, la idiosincrasia occidental no lo cree así, ya que nuestra cultura siempre ha tendido a infravalorar su labor.
Mientras que en el Primer Mundo alabamos y admiramos a quien corona las grandes montañas del Himalaya por hobby, en los suburbios del mundo subdesarrllado habitan personas desconocidas que han logrado grandes hitos en la historia del alpinismo, y no por diversión, sino normalmente por necesidad, por lograr dinero con el que dar de comer a sus familias. Pero nadie se acuerda de ellos. Nombres como Tenzing Norgay (el primer hombre que subió al Everest junto con Edmund Hillary), Temba Tsheri (coronó el Everest con 16 años), Pemba Dorjie (record de ascensión al Everest en 12 horas, 45 minutos) o Appa Sherpa (holló la cima del Everest 19 veces), forman parte de la ignorancia de un mundo donde no importan los hechos, sino la condición social de quien lo logra.
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