domingo, 27 de junio de 2010

...realidades...

Ana García Echevarría

Hace unos días me di cuenta de que últimamente dedico las entradas del blog al mundo del desvarío personal. Pero es que es simple, sirve para evadirse, para tratar temas tormenta, para buscar polémicas privadas. ­Es lo que es y, a muchos, nos va la vida en ello. Es un mero entretenimiento. Y es que sumergiéndome, solo intento alejarme de la realidad social y política que me envuelve.
Ver un telediario se convierte en un ejercicio de masoquismo. Violencia, corrupción, pobreza, intolerancia… todo son malas noticias. Una ya se cansa de Gürtel, de que la prensa rosa sea premiada y reconocida, de que la derecha europea le siga riendo las gracias a Berlusconi, de que las farmacéuticas, apoyadas por la alta política, se hicieran de oro vendiéndonos la moto con la Gripe A, de que se ponga el grito en el cielo al intentar subir los impuestos a Cristiano Ronaldo y compañía, de que el mundo siga dando la espalda al pueblo saharaui…
Son muchos temas los que me han rondado la cabeza en el último año. Pero era más trivial hablar de mis cosas. Sin embargo, hoy es un buen momento para reflexionar. Allá por noviembre, casi aún en principios de curso, se celebró en Roma la ‘Cumbre del Hambre’. Una oportunidad para, simplemente, dar la cara, dejarse ver ante el mundo e intentar aparentar que se está intentando hacer algo.
Pero no. Los grandes dirigentes mundiales debieron pensar que eso no iva con ellos. Ninguno ha acudido a la Cumbre. Lo recuerdo entre los comentarios de las cañas de jueves. Le dieron la espalda a la realidad mundial, a mil millones de personas que sufren hambre en nuestro planeta, a una situación que hace que todos nuestros problemas parezcan de chiste. Ni siquiera se preocuparon en ponerse para la foto.
Los grandes se desentienden de un mundo que ellos han creado. Intervienen en guerras por petróleo, imponiendo gobiernos corruptos a su servicio, firmando acuerdos de cara a la galería o dictando aquí y allá que es lo que se debe y lo que no se debe hacer. Los intentos por reducir las desigualdades, por hacer un mundo mejor, no tienen cabida.
Para lo bueno y para lo malo, todo ha sido modelado por las grandes potencias. Unas potencias que volvieron a ocultarse ante aquello que habían contribuido a crear. Mientras, seguirán muriendo millones de personas por hambre en la tierra, y se lavarán sus conciencias con las ayudas puntuales que se destinan a labores humanitarias. Parches y más parches, sin un proyecto estructural y a largo plazo que ayude al crecimiento de los países más pobres. Interesan más calladitos, dependientes. Y nosotros, de crisis.

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