Mª Jesús Serrano Narváez
Erase una mujer a un ordenador pegada. De fondo la lluvia cayendo y el repicar de las campanas de Begoña..., es Bilbao. Mi crítica de hoy va dirigida al calendario de exámenes de la Universidad. Se supone que Junio es el mes de los exámenes por excelencia: trastornos del sueño, dietas irregulares, salidas esporádicas..., todo con el propósito de dar al traste con un año de docencia. En prácticamente una semana, los alumnos/as de cuarto hemos realizado la mayoría de exámenes del curso, asignaturas de primer cuatrimestre incluidas, quedando pendiente por examinar una asignatura a mediados del mes. ¿Qué pasa, es que Junio no tiene también 30 días? Ya sé que comienza el verano, que todos tenemos ganas de acabar, desconectar e irnos de vacaciones, pero sería más favorable para el alumno repartir los exámenes a lo largo de las cuatro semanas que componen Junio y tener un intervalo de tiempo mayor entre examen y examen, al menos para asimilar la materia de uno antes de comenzar con la del otro. También evitar que muchos tengamos que vernos en Septiembre.
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