viernes, 5 de marzo de 2010

Manía persecutoria


Kepa Rodríguez Alday

Debo estar volviéndome paranoico. Siento que algo o alguien me acecha, me observa, registra cada uno de mis movimientos y va pegado a mí, cual culo a calzoncillo. Por fin descubro de quien se trata: Las Obras.
Cuando me levanto por la mañana y abro la ventana de mi cuarto, lo primero que veo no es el cielo (gris o azul, me da igual), si no una grúa, que para colmo apunta directamente hacia mi, como diciendo "chaval, te tengo controlado". Mientras disfruto de mi colacao con galletas María (de cuatro en cuatro, como debe ser), no me acompaño de música, ya que el sonido del martillo neumático se ha convertido en algo cotidiano (estoy pensando grabarlo para ponérmelo en el Ipod).
Cuando salgo de la ducha y abro la ventana, el vapor del baño es sustituido de manera fulminante por polvo procedente de una especie de máquina trituradora de piedras, que también cabe mencionar, está generando cuantiosos beneficios a las gasolineras, ya que la gente tiene que ir a limpiar sus coches cada día.
Cuando me calzo la mochila y me dirijo al bus mientras esquivo la grúa, el polvo, y al operario del martillo neumático, que no se porqué, me odia y me persigue para matarme, pienso tranquilizadoramente que tengo seis horas de universidad por delante para olvidarme de las obras.
Luego recuerdo que estudio en la UPV de Leioa, y me echo a llorar.

1 comentario:

  1. Jajajaja!!que buena!!Nada, la solución: unos tapones...porque vaya martirio!!

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