En ella veo toda mi vida y parte de la suya. Su mirada es la suma de todos nuestros recuerdos, los intermitentes que le quedan y los que guardo yo por ella. La que fue cintura de talla pequeña se dejó moldear por el paso del tiempo al antojo de lo que viniera, sin lamentarse por ello. Fueron las arrugas de la frente las que se encargaron de recordárselo conforme aparecían. Pero la memoria no exterioriza el deterioro sobre la mesa. Juega al despiste con su edad y viene como se va. Sonríe cuando no sabe qué decir y se da la vuelta. Son ya demasiadas preguntas sin respuesta. Deja los lamentos para cuando se acuerda, llora sola si me despista y aprende a vivir todas las mañanas. Está educando a sus recuerdos para mantenerlos al calor y a mí, a mi no ha dejado de quererme. Fue madre de mi padre aquel día que hoy no cuadra en sus pasados, sin número, sin mes. Aurora es aurora cada día, amanece porque teme los ocasos y escribe notas en una libreta tan extraña como de toda la vida. Yo tengo una igual, me la regaló ella hace cuatro años, pero lo sabrá solo si se lo cuento. Sigue estando enamorada del hombre que se nos fue, mira su fotografía por las noches para que no se le marche más lejos. Entonces sí, entonces vuelve a ella y se recuerda como ayer. No puedo quejarme de aquello que nos traiga esta vida, porque hemos tenido el gusto de probarla. Aunque me sepa tan dulce como salada. Estamos aquí. Para ser y para tener que reescribir nuestra vida si así nos tocara. Porque, ¿Qué sería la vida ausente del recuerdo?
lunes, 21 de junio de 2010
...lo que fuimos...
En ella veo toda mi vida y parte de la suya. Su mirada es la suma de todos nuestros recuerdos, los intermitentes que le quedan y los que guardo yo por ella. La que fue cintura de talla pequeña se dejó moldear por el paso del tiempo al antojo de lo que viniera, sin lamentarse por ello. Fueron las arrugas de la frente las que se encargaron de recordárselo conforme aparecían. Pero la memoria no exterioriza el deterioro sobre la mesa. Juega al despiste con su edad y viene como se va. Sonríe cuando no sabe qué decir y se da la vuelta. Son ya demasiadas preguntas sin respuesta. Deja los lamentos para cuando se acuerda, llora sola si me despista y aprende a vivir todas las mañanas. Está educando a sus recuerdos para mantenerlos al calor y a mí, a mi no ha dejado de quererme. Fue madre de mi padre aquel día que hoy no cuadra en sus pasados, sin número, sin mes. Aurora es aurora cada día, amanece porque teme los ocasos y escribe notas en una libreta tan extraña como de toda la vida. Yo tengo una igual, me la regaló ella hace cuatro años, pero lo sabrá solo si se lo cuento. Sigue estando enamorada del hombre que se nos fue, mira su fotografía por las noches para que no se le marche más lejos. Entonces sí, entonces vuelve a ella y se recuerda como ayer. No puedo quejarme de aquello que nos traiga esta vida, porque hemos tenido el gusto de probarla. Aunque me sepa tan dulce como salada. Estamos aquí. Para ser y para tener que reescribir nuestra vida si así nos tocara. Porque, ¿Qué sería la vida ausente del recuerdo?
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