Lara Espino Rodríguez
Después de decidir que iba a trabajar los días de semana santa en un restaurante de mi pueblo para ganarme unos de esos a los que llaman euros he rogado a eso en lo que creo, que por favor mi título universitario me sirva par no trabajar "mais" en hostelería en esos días en los que la población se desplaza, cual masa enloquecida, a esos lugares por los que solo aparecen en fechas como estas y hacen bien, solo que a veces ruegas al cielo que por favor no coman y cenen fuera de casa y mucho menos en dónde te toca pringar más de 10 horas al día para gente que en muchos momentos da asco..."un poco de sal,por favor...!", al minuto, "ay niña un poco de ketchup", a la vuelta, "me pones un café solo templado no muy cargado, con dos sacarinas y un chorrito de orujo de yerbas" (y esta vez el porfavor no va al final).
En fin que después de poner buena cara y decir gracias y tratar con eduación a todo el mundo la hostelería no es lo mío, se curra muchísimo y tienes que aguantar de todo y cuando digo de todo es de todo. Eso sí también hay gente para todo, valga la redundancia, y en este caso reconozco que en esta profesión se conoce a mucha gente, personas agradecidas que saben lo que es estar al otro lado de la barra, de los comedores y las cocinas y si no lo saben se lo imaginan y actuan en consecuencia, gente con educación que te trata de tu a tú y sobre todo que no te hace sentir inútil ni incómoda.
Así que con excepciones, como ocurre siempre, mi queja hoy va dirigiga a todos esos señores y señoras, niños y niñas (que después de estar limpiando los cristales una hora dejan sus manos enanas estampadas a modo de calcamonía grasienta o manchada de helado sobre el curro que durante un buen rato provocará que al día siguiente tus brazos y tu riñores sufran más de la cuenta) que antes de ir a un restaurante a gozar del servicio de unos profesionales decentes y educados se queden en su casa comiendo sandwichs.
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